sábado, 28 de abril de 2012

La Saeta



   Hoy en día, cuando nos referimos a saeta, casi siempre están en nuestra imaginación las Saetas que se cantan en la Semana Santa. Este cante, que en su origen sería un rezo, una invocación en voz alta dirigida a la Virgen o a Jesús, esto es, una petición de auxilio o de alguna gracia, como cante ha llegado a transformarse de tal modo que lo que en principio fue una oración sin melodía se ha convertido en uno de los cantes andaluces más bellos y sensibles.

   Al hablar de la Saeta se suele decir "transformación", y no "evolución", porque en efecto este cante se transformó de la noche a la mañana, cuando fue cantado con el estilo de la siguiriya o del martinete. Naturalmente que las Saetas son más bellas y gustan más cantadas de esta última forma, pero es que lo que ganan en hermosura lo pierden en sencillez y espontaneidad. Hoy en día difícilmente sale un humilde hombre o mujer del pueblo cantando Saetas al paso de las procesiones en plena calle. La Saeta se ha convertido en un cante de muy difícil ejecución, cante difícil de ejecutar por un aficionado.

   Las letras de Saetas que conocemos evocan a un momento de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, del Dolor de la Virgen o bien de una de las Escenas. Hay otras que son puros y simples piropos a la virgen o al Señor. No sabemos desde cuando se empezó a cantar saetas ni cuando se cantan. Como los toros y el baile flamenco, su historia es fechable sólo a partir del último tercio del siglo XVIII, pero es lo más probable que existiesen antes. No creemos, con Máximo José Can, que la Saeta haya sido creación sin génesis de los judíos españoles, llamados popularmente "marranos".

   Creemos, por motivos que no es el caso exponer aquí, que la Saeta es creación andaluza y cristiana. Y que la Saeta es, pues, la genuina voz de nuestra Semana Santa, con fases de crisis, con certísimas renovaciones, con algún renacimiento, la Saeta cumple de más la misión religiosa de renovar ampliamente la conciencia cristiano de la Pasión. El corpus de letras está por recoger. Cada año nacen saetas nuevas, son variaciones del mismo o de los mismos temas.

   Hay, pues, muchas clases de Saetas, pero entre todas, sólo una es autónoma y presenta caracteres propios. Es la Casi perdida Saeta que cantaron El Niño Gloria, su hermana La Pompi, el genial Manuel Torre... La que cantan muy pocos, pero también cuenta con grandes maestros, como la que cantaba Antonio Mairena y hoy su hermano menor Manolo. La Saeta puede llegar al rango de consumada obra de arte, pero en su calidad de espontánea oración cantada ante una imagen que pasa procesionalmente. Esa calidad no es imprescindible, aunque constituye una excelencia.

   Una Saeta mal cantada, o dicha con pobre voz pero sincero sentimiento nos conmueve también y cumple su misión saetera de herirnos el corazón con su dardo religioso. Una cuarteta o un quinteto romanceado es la estrofa que normalmente se utiliza en la Saeta, amén de muchas clases, desde las primitivas, ya perdidas, con entonaciones graves y monótonas del siglo XVIII, a las más modernas del último tercio del XIX, creadas al alargarse los tercios, que desde entonces se acomoda al ritmo de tambores y trompetas, incremento que le dan esplendor por las ricas tonalidades, no exentas de aire, en el caso de la siguiriya, el martinete o tonás, como las que canta Manuel Centeno, cantaor potente que parece ser que fue uno de los primeros creadores.

   Al igual que en otros cantes, también encontramos en la Saeta estilos que se van a diferenciar, según pertenezcan a la escuela jerezana, más siguriyera, o a la sevillana, tal vez con más ecos de toná. Sin descartar a estos estilos, otras localidades saeteras poseen, y así se podría hablar de la Saeta de Málaga, la de Cádiz y sus Puertos, o la de los pueblos de la Sierra de Córdoba.

   Como nos dice en su Obra Flamenca Ricardo Molina, la Saeta es la genuina voz de nuestra Semana Santa, naciendo cada año nuevas modalidades, a la par que infinidad de letras, todas alusivas a estos temas propios de la Semana Santa y al sentimiento religioso de nuestra gente, dándose el caso que siendo un cante sumamente difícil de interpretar, son numerosísimos los cantaores y cantaoras anónimos los que salen a la calle a implorar a su Dios y a su Virgen, interpretando Saetas con letras por ellos mismos realizadas o las de algunos de los buenos saeteros que el flamenco tiene o ha tenido, como el caso de Pinto, Enrique El Morcilla, Tomás Pavón, Gallego, La Niña de Los Peines, Rafael Romero, La Niña de La Alfalfa, La Paquera de Jerez, Jarrito, Manolo Caracol y tantos otros que han hecho Historia.