viernes, 10 de febrero de 2012

El inmovilismo cofrade

   Ahora que la actualidad de nuestras Hermandades y Cofradías pasa por uno de esos periodos de predicación en el desierto me vienen a la mente una serie de reflexiones que quiero compartir con vosotros. No me resisto, quizás por eso de tener 20 años recién cumplidos, a claudicar con el concepto retrógrado y ajeno a la realidad social que nos rodea de que en las Hermandades y Cofradías ya está todo inventado o de que debemos responder a una serie de cánones con décadas de tradición que este Don Benito antipático ha grabado a fuego en el protocolo interno de los que somos partícipes de un modo u otro de esta maravilla de la creación que es la Semana Santa.

   El inmovilismo cofrade, entendido como la obligatoriedad de dejarlo todo como está porque así se viene haciendo por tradición, es un concepto que cada día hace más daño a nuestras Hermandades. Las coarta, las limita y las priva del ímpetu que les regalan algunas almas frescas que inundan sus apolilladas estructuras y que acaban siendo consumidas por el carácter tradicionalista que las configura. No es una ofensa, que nadie lo entienda así. Me confieso como un enamorado de nuestras Cofradías, de sus Imágenes, de su historia, de sus gentes, pero no puedo llegar a concebir que un grupo humano, con tantísimas posibilidades como tienen las Juntas de Gobierno o los hermanos en general, se conforme con lo que tiene a su alrededor y no haga nacer en sí la valentía de querer seguir mejorando las cosas, sólo y exclusivamente, y eso que quede bastante claro, por lo que debe ser el bien de la Hermandad, nunca por alcanzar metas personales.

   Considero que hay varios factores que pueden llevar a ello. Y con esto tampoco quiero decir que sea un ‘mal’ que afecte a toda las Cofradías, aunque sí a buena parte de ellas o a los responsables de muchas. Entre la causas (cada uno que se analice) me resisto a omitir la del miedo al qué dirán. Es cierto que los miembros de las Hermandades no actúan por ellos mismos sino en el nombre de la institución a la que representan, pero no debemos olvidar que cruzarse de brazos por el revuelo que pueda provocar en la opinión pública una decisión es un acto mucho más grave (por omisión) que actuar y equivocarse. Son personas, somos personas, y por ello se presupone, se entiende y se acepta la posibilidad de errar. Fallar por valentía, pero nunca por dejar las cosas como están.

   Ahora que nace una nueva Cuaresma, que los Cultos reviven en nuestros templos, que las Imágenes despiertan entre oraciones y que la vida vuelve a cada rincón del alma cofrade, es hora de mirar en nuestro interior, ése que se encoge cuando el pulso de cada año vuelve a anunciar que llega la Cuaresma, se acelera, y brota la pasión en nuestros corazones. Ahora toca despertar, mirar al frente y ser valientes. Nuestras Hermandades, por las que trabajamos y luchamos, necesitan un paso más: la valentía de mirar con paso firme al futuro. Sin duda, las generaciones del mañana agradecerán que los cofrades de este tiempo hagamos lo que no hicieron nuestros antepasados y por ello Don Benito "disfruta" hoy día de una Semana Santa en decadencia, abandono y dejadez.

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