jueves, 14 de febrero de 2013

La más Bonita de las Esperas


   Siempre digo que el buen cofrade debe serlo durante todo el año, y no simplemente los siete días que dura la Semana Santa o, incluso, el día que sale su Hermandad. Hay que saber disfrutar de la espera. Por fin llegó a nosotros la cuaresma, un intenso período que viene a rematar el largo intervalo de tiempo que va desde el Domingo de Resurrección hasta el próximo Domingo de Ramos. Esos días finales en los que el alma del cofrade va avivándose tras la larga espera. Días en los que se suceden vía-crucis, triduos, conciertos, exaltaciones, ensayos… en definitiva, los preparativos espirituales y materiales para la Semana Grande.

   La más bonita de las esperas, reza el título del artículo. Casi un año sumergiéndonos en los recuerdos de nuestra memoria, viviéndolos una y otra vez día tras día, disfrutándolos y compartiéndolos con cofrades como nosotros, buscando por las esquinas de nuestra ciudad la señal que nos diga que ya estás aquí, que ya vienes, que la espera llega a su fin… Solamente hay una cosa más bonita que la más bonita de las esperas, y es esa hermosa flor primaveral que nace un domingo y muere al domingo siguiente, esa que huele a azahar. La que los cofrades regamos con nuestra ilusión durante la más bonita de las esperas, para disfrutar de ella intensamente durante sólo siete jornadas, la que no podemos dejar de mirar, sentir, oler, escuchar y acariciar, sonreírle y llorarle a la vez durante una semana, disfrutar, aplaudir y callar durante siete días y siete noches… Los siete días y siete noches más bonitos e intensos del año.

   Cuántos momentos por vivir al máximo, cuántos momentos para permanecer callados ante el paso de una cofradía de silencio, cuántos momentos para mirarte a la cara y contarte todo eso que durante el año ya te he contado, pero quiero contarte una vez más, cuántos momentos para maravillarse con la perfección del vaivén de un paso de palio, cuántos momentos para emocionarse con el primer golpe de tambor al levantarse un paso, cuántos momentos para sonreír cuando aparece un paso desde una esquina, cuántos momentos para ver las calles inundadas de aplausos por el rezo con los pies del costalero, cuántos momentos de fugaces reencuentros con nuestras imágenes y con viejos amigos que nos trasladan a tantos otros recuerdos, cuántos momentos para retener en nuestra memoria cada instante que vivimos en esos siete días, que nos servirán para que nuestro espíritu cofrade sobreviva un año más y pueda regar esa pequeña flor llamada Semana Santa.

   Por ello, mi deseo es que viváis al máximo vuestra Semana Santa, pararos a pensar en que, durante el resto del año, tendréis que alimentar vuestra alma cofrade con estos recuerdos, así que cuanto más rico sean, más amena será la espera. Y recordad que habrá un lugar en el que todos podremos reunirnos una vez se recoja la última Hermandad. Recordad que, cuando se cierren las puertas de la última de las Iglesias que acojan a una Hermandad, se abrirán las puertas de nuestra coqueta casa virtual, y empezaremos nuestra propia recogía, esa que culmina con el nacimiento de la más bella de las flores, esa que florece cada Domingo de Ramos.

   En mi primera entrada de esta Cuaresma he querido copiar y pegar este precioso artículo que podemos encontrar en el número 3 de la Revista La Recogía.

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