El río Ortigas guarda una estrecha relación con la historia de la Virgen de las Cruces, aunque la mayoría de las veces de una forma negativa; siempre era motivo de respeto, de preocupación y de aventura.
El
río Ortigas, pequeño es para que merezca el título de río; al cruzarlo,
en el camino de las Cruces, se hacía por un vado que en invierno y
primavera remansaba aguas cenagosas y los carros de los labradores cada
día lo hacías más difícil de pasar, por el barro que amasaban con sus
ruedas.
Como
es precisamente en esos meses cuando, o por las sequiías prolongadas o
por las lluvias excesivas, el pueblo se ve obligado a recurrir a su
Virgen pidiendo lluvias o serenidad; y se encuentra con el peligro del
río al transportar a su Virgen.
Unas
veces pasaron la Imagen a hombros de los mozos y hombres jóvenes, que
se ven en dificultad para hacerlo. Los niños y las mujeres solían quedarse
en la orilla.
Otras
veces venía el río tan crecido que pasaban la Virgen en carreta de
mulas y no sin dificultades. Hasta en una ocasión la calesa de Dña.
Consuelo Torre-Isunza, que la ofrecía gustosa siempre, se quedó
estancada en el vado, y el tiro de mulas no fue suficiente para sacarla.
Desde entonces se respetaba mucho el riachuelo con aquella frase: "El
río Ortigas no da paso". Siempre se contaba con el pequeño río antes de
mover a la Virgen.
A
finales del siglo XIX se levantó por fin un puente sobre el célebre
riachuelo y desde entonces el Ortigas perdió su funesto protagonismo.
Don Benito salió ganando mucho, principalmente sus niños y mujeres, ya
podían ir a ver a su Virgen en las Cruces sin peligro por el camino.
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